martes, febrero 26, 2008

György Kurtág

"No puedo seguir, es menester seguir, voy, pues,
a seguir, hay que decir palabras, mientras las haya,
hay que decirlas, en el silencio no se sabe, hay que
seguir, voy a seguir". El sentido ha abandonado la vida
de unos hombres transformados en simple material humano,
en elementos de una maquinaria de producción y explotación,
de consumo y embrutecimiento. Hasta el arte o la música
debieron adaptarse a la pérdida de su brillo, como reflejo
de la nueva opacidad de lo real. Por eso no es de extrañar
que la gramática de Kurtág, hecha a partir de los jirones
del pasado, adoptara presencia de fragmento, de retazo,
de aforismo. Deba sorprendernos su resonancia. Cuatro
cantos a partir de poemas de Janos Pilinszky (1975)
para barítono y conjunto instrumental, una atmósfera
de ascetismo, surcado por severos ostinati y ráfagas
de motivos tan solo apuntados. Una especial tensión
recorre el segundo de estos cantos, dedicado al simulacro
de ejecución padecido por Dostoyevski. A Kis csava, letanía
nihilista que parece discurrir entre chispazos para desembocar
en el silencio. Jatétok para piano, o dos pianos, o piano a cuatro
manos; compuesto por varios centenares de piezas, work
in progress elaborado entre 1973 y 1993 recuerda a un diario
íntimo al que le fueran confiados apuntes, ideas y destellos
musicales, en un estilo dictado por el brillo de la inspiración.

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